El pasado 25 de octubre se celebró en el municipio de Puntallana la gala de entrega de premios a la Mujer Rural de la isla de La Palma, en reconocimiento a toda una vida de trabajo y sacrificio.
Me alegra poder comentar que tuve la oportunidad de participar en el proyecto, ayudando a grabar las entrevistas y conociendo así la historia de cada una de las mujeres galardonadas. Estas vivencias me llenan como persona y me permiten descubrir el pasado de la isla. Cabe destacar que muchas de ellas tuvieron que enfrentarse a retos como la masculinización de ciertas profesiones, la pobreza que afectó a Canarias en los años posteriores a la Guerra Civil Española y la falta de recursos materiales.
Al grabar las entrevistas, muchas de ellas se emocionaron al recordar los esfuerzos de sus madres y abuelas para mantener los negocios hasta el día de hoy. Tengo que admitir que, al escuchar varios de estos relatos, me quedé reflexionando e imaginando cómo habrían sido aquellas vivencias.
Varias de ellas nos comentan que la juventud de hoy no sabe la suerte que tiene de poder abrir un grifo y tener agua a diario, o de ir a la despensa y encontrarla llena. En la época de sus abuelas, era necesario caminar hasta 2 km para llenar los cántaros de agua para la casa, o recorrer hasta 15 km hasta el pueblo vecino para vender productos y así poder comprar alimento.
Sinceramente, debemos valorar las facilidades actuales para conseguir las cosas. Nuestras abuelas pasaron épocas difíciles, pero siguieron adelante, luchando por sus familias y logrando todo lo que se proponían.
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