El Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma ha aprobado un presupuesto para 2025 de 26.712.308,75 euros, lo que supone un incremento del 11,20% con respecto a las cuentas del ejercicio anterior. Sin embargo, lejos de traducirse en mejoras palpables para la ciudadanía, este aumento parece tener un destino muy distinto: alimentar una estructura política sobredimensionada y privilegiada, mientras las necesidades reales del municipio quedan relegadas a un segundo plano.
El dato es claro y alarmante: el 46% del presupuesto inicial se destina al capítulo de personal, con un incremento del 0,7% respecto al ejercicio anterior, (sobre todo con la subida de sueldo del grupo de gobierno). Mientras tanto, las mejoras en infraestructuras, servicios esenciales y programas sociales siguen esperando. ¿Estamos ante una gestión responsable o ante una maquinaria administrativa que prioriza el bienestar de unos pocos por encima de la comunidad?
Servicios Sociales, una de las áreas más sensibles y necesarias para la población, no parece recibir el impulso que realmente necesita. Mientras el gasto en sueldos políticos sigue creciendo, las ayudas para las familias vulnerables, los mayores y las personas en riesgo de exclusión siguen sin experimentar un avance significativo.
El rechazo a estas cuentas ha sido evidente. La oposición, representada por el PSOE y Nueva Canarias, ha abandonado el pleno en un claro gesto de protesta, denunciando la falta de transparencia y el descarado reparto de fondos en beneficio del grupo de gobierno. Este acto no solo refleja el descontento político, sino que pone de manifiesto el divorcio entre los intereses de la ciudadanía y los de quienes administran los recursos públicos.
La ciudadanía no puede quedarse de brazos cruzados mientras se dilapidan los fondos públicos en partidas de dudosa justificación. Es imprescindible exigir claridad, responsabilidad y, sobre todo, una distribución equitativa del dinero de todos. De lo contrario, Santa Cruz de La Palma corre el riesgo de convertirse en un ejemplo más de cómo la política se convierte en un negocio para unos pocos, mientras el resto sigue soportando las consecuencias de una gestión ineficaz y oportunista.
¿Hasta cuándo vamos a permitirlo?
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