Mi ambición es desmedida.
Sedienta, insaciable, voraz.
Estrepitosa y explosiva, como un ente volviendo a la vida en un ansioso despertar.
Mi ambición nunca flaquea.
Me hace a mí peligrar.
No sucumbo a alegorías disfrazando hipocresía, validando con sermones “elegancia” por verdad.
Mi ambición busca respuestas.
Osa, insiste en preguntar.
Porfiadora, devastada; perra suelta en guerra abierta, dónde el alma es la victoria que pretende tocar gloria, en un campo atormentado, minado de enfermedad.
Mi ambición ya hizo una “prueba”.
Convencida de acertar.
Sobreviviendo al efecto, apostó por predicar, más las veces sin ejemplo… la intención es ayudar.
Mi ambición tañe silencios.
Si aparentamos ser vivos, ¿por qué nos habrían de velar?
Depresión igual a muerto, desprende un hedor sepulcral.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa es que vivo mal.
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