Para los románticos, y por qué no admitirlo, para los fantasiosos y algo cursis también…
¡Bienvenido septiembre!
Calcetines de colores, con diseño a cuál más excéntrico, nos saludan inquietos desde los cajones sumidos en el cambio a invierno. Desean ya, ser enfundados en nuestros pies y salir a conquistar unas calles, preferiblemente, húmedas y crocantes de hojarasca seca.
Incipiente y balsámica rutina que nos hace tocar tierra. Vigorosos como boniatos, frescos como higos de leche, prolíficos como setas; enérgicos e ilusionados, los que partimos el nuevo año, con la llegada del nueve.
Comienza el curso escolar, sangría en la cuenta corriente. El traqueteo matinal, nos anuncia mochilas, prisas, padres, madres, abuelos… sonó el timbre.
¡Ánimo valientes!.
También comienza otro curso, ahí hay que estar más pendientes, las aceras siguen mal, pero puestos a rodar, si tropiezan sus señorías, el golpe nos deja a todos como eternos convalecientes.
Se dice tras preescolar, “el cole grande” y cierto es, la diferencia puede estar, en que los niños al final, nos entienden y se entienden.
A los amigos del otoño, bien nos gusta disfrutar, la aventura trepidante, que ofrece siempre septiembre.
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