Y volví. Y me alegré de ver el chiringuito de la playa abierto. Y de volver a ver esas palmeras tan fotogénicas. Puerto Naos vuelve a ser la casa de los amantes de los atardeceres, de las tardes sin fin junto al mar.
Estuve justo antes de la reapertura del hotel, del supermercado y del concierto tributo a Tina Turner, así que me encontré un Puerto Naos con poca gente por las calles, pero con bastantes bañistas en la playa. Y es que ese mar bien merece que lo disfrute.
Llama la atención que en cada farola hay un medidor de gases… Y es que el semáforo de riesgo volcánico sigue en amarillo y, en mi caso particular, no sé si por sugestión o por la memoria olfativa de los gases de la erupción que vivimos, me pareció marearme un poco cuando caminaba por una calle en dirección al paseo marítimo. O quizá era el cerebro emocionado por estar de nuevo en un lugar en el que había sentido mucho bienestar.
También han regresado los caminos esculpidos sobre las coladas y nuevos cultivos sobre terrenos que ya en el pasado habían sido creados de la misma manera, sobre lava. En definitiva, el ser humano sigue adaptándose al medio y, a su vez, intentando adaptar el medio en el que vive para sobrevivir un poco mejor.
No estábamos preparados para una erupción ni para lo que supuso y recuperar, poco a poco, rutinas de aquel ayer es un pequeño bálsamo para muchos palmeros, un reamanecer para el espíritu.
Gracias por estar ahí.
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