Entre devoción y decepción: crónica de una Bajada de Ntra Sra La Virgen de Las Nieves fallida

Las expectativas muy altas tras diez años de espera eran comprensibles y legítimas. La ciudadanía respondió con entusiasmo, acudiendo a actos sin apenas relevancia, pero quienes debían liderar desde las instituciones no estuvieron a la altura.
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BAJADA VIRGEN 10


Tras una década de espera, la Bajada de la Virgen regresó como un anhelo colectivo, cargado de emoción y fervor popular. La isla entera contuvo el aliento durante diez años, alimentando expectativas muy altas para un evento que no solo es tradición, sino también identidad. Sin embargo, lo que debía ser una celebración memorable terminó empañada por la falta de preparación y compromiso institucional.


Desde los primeros compases de esta edición, se percibía un ambiente de ilusión inusitada. Familias enteras se volcaron en la organización comunitaria, los barrios se vistieron de gala, y la devoción palpitaba en cada esquina. Pero esa entrega popular no fue correspondida como merecía por quienes tenían la responsabilidad de garantizar que todo estuviera a la altura del momento histórico.


Uno de los aspectos más criticados fue la lista de eventos y actos, con deficiencias y con artistas que no estuvieron a la altura de la magnitud y el simbolismo de la Bajada. Se esperaba un programa cultural y festivo de primer nivel, pero en su lugar se ofreció una agenda de actividades improvisadas y carentes de alma. Artistas que no dieron la talla, espectáculos que pasaron sin pena ni gloria y un sinfín de actos que poco o nada tenían que ver con el espíritu de esta festividad centenaria.


Hablamos del momento de la Bajada de Nuestra Señora La Virgen de Las Nieves, uno de los actos principales de esta bajada,  donde debería reinar la alegría, la música y la pasión, se convirtió más en un pasacalle que en lo que manda la tradición, una multitud de personas caminado con fervor detrás de la Virgen que no dejaron pasar la oportunidad de poder acompañar a su querida Virgen hasta la capital palmera.  


En lugar de reforzar el orgullo insular y la conexión con las raíces, muchas de las propuestas parecían más propias de una verbena genérica que de un evento con tanto peso histórico y emocional. El resultado fue un desconcierto generalizado entre el público, que acudía con ilusión a eventos que terminaban generando más indiferencia que emoción.


La sensación de agradar a todo el mundo no sirvió para ofrecer un espectáculo en condiciones, la falta de información y la escasa coordinación entre instituciones sumaron a una sensación de descuido que contrastó duramente con el entusiasmo popular. Las instituciones, que durante meses prometieron una Bajada inolvidable, no supieron estar a la altura del reto. Prometieron excelencia y entregaron mediocridad.


Como por ejemplo en la nefasta gestión de la Danza de Los Enanos, no sólo vendiendo entradas en gradas que no tenían visibilidad, sino también en la gestión de lo sucedido, como no devolviendo el dinero a las personas afectadas que no se encontraban en la isla y  desmontando y volviendo a a montar unas gradas en las que el propio alcalde del municipio Asier Antona aseguraba que eran las mismas que las que se instalaron hace 10 años (por cierto nunca sabremos cuanto fue el sobre-costo que incrementó el presupuesto del montaje y desmontaje inicial de las gradas). 


No se trata de buscar culpables sin más, sino de hacer una reflexión seria sobre lo ocurrido. La Bajada de la Virgen no puede gestionarse como un trámite administrativo; es un acto de profundo arraigo cultural y religioso que exige respeto, planificación y altura política. No basta con discursos ni con presupuestos millonarios si al final fallan los detalles esenciales. No hace falta artistas que están ya en el termino de sus carreras, hace más falta gente de nuestra tierra canaria, artistas comprometidos con nuestra historia, nuestra tradición y sobre todo con nuestra cultura. 


Las expectativas muy altas tras diez años de espera eran comprensibles y legítimas. La ciudadanía respondió con entusiasmo, acudiendo a actos sin apenas relevancia, pero quienes debían liderar desde las instituciones no estuvieron a la altura. Ojalá esta experiencia sirva como llamada de atención para que en el futuro se actúe con mayor responsabilidad y sensibilidad. Porque la Bajada de la Virgen es mucho más que un evento: es el alma de un pueblo que no merece ser defraudado.


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