John Ford, John Ford, John Ford..

El 31 de agosto de 1973 nos dejaba el que es, para muchos (incluido quien escribe), el mejor director de cine de todos los tiempos. Más allá de sus récords en oscars, un buen puñado de obras maestras, su amor por el western, el ejército, sus orígenes irlandeses y sus actores fetiches, John Ford fue figura clave en la historia del cine, referente en al paso del mudo al sonoro e influencia definitiva en directores posteriores.

Es curioso, que sin tener tanto reconocimiento en su época muda a pesar de rodar películas más que reseñables, le llegó la fama en su época sonora, alcanzando 4 oscars a la mejor dirección (algo que nadie ha igualado). Seguramente, un momento crucial de su vida fue su participación como extra en ‘El nacimiento de una nación’ (1915), donde conoció a David W. Griffith y puedo entrar en contacto con el discurso y el relato cinematográfico, que desarrollaría posteriormente.

Tras dirigir más de sesenta películas mudas, su carrera pudo haber terminado con la llegada del cine sonoro pero, tras un período de adaptación, logró llevar todo lo aprendido en sus primera películas al nuevo cine, haciendo que el sonido y los diálogos estuvieran al servicio de la narración y el montaje (y no al revés como ocurría en las primeras películas sonoras). Por ello, a partir de los años 30 inició un período fructífero que se extendió más de 3 décadas y donde nos dejó algunas de las obras más grande de este arte.

Muchas veces nos referimos a Ford como uno de los directores clásicos. Seguramente sea cierto, pero si nos acercamos a su cine vemos un estilo que, además de sobrio, es siempre moderno, absolutamente vigente, lleno de sugestión y con escenas inmortales.

Si repasamos su filmografía, además de los cuatros oscars ya mencionados (‘El Delator’, ‘Las Uvas de la Ira’, ‘¡Qué Verde era mi Valle! y ‘El Hombre Tranquilo’) y un sifín de westerns como ‘La Diligencia’, ‘Centauros del Desierto’, mi favorito, ‘El Hombre que mató a Liberty Valance’ o ‘Pasión de los Fuertes’, John Ford fue capaz de cultivar un sinfín de géneros en los que demostró toda su maestría. Realizó una de las mejores trilogías de la historia del cine, con su trilogía de la caballería (‘Fort Apache’, ‘La Legión Invencible’ y ‘Río Grande’) o una película de aventuras como ‘Mogambo’. En todas ellas, además de la mano del director, podemos ver un trato muy profundo de los personajes y de la trama, algunas de rabiosa actualidad.

Además, me gustaría mencionar alguna película calificada de “menor” pero que se deben reivindicar como ‘La Ruta del Tabaco’ (1941), rodada tras la gran ‘Las Uvas de la Ira’ y a la sombra de esta, pero tiene su propia personalidad y un toque de humor que choca con la tristeza de la película; ‘Cuna de Héroes’ (1955), todo un tributo a la vida militar donde el maestro muestra todas sus virtudes, a veces de manera grandilocuente, pero con una calidad indiscutible; ‘El sargento negro’ (1960), más una película de suspense y de juicios que un western, con un falso culpable (tratado luego una y otra vez por Hitchcock) y un uso de los flashbacks poco habitual en Ford que, observado detenidamente, encontramos una película extraordinaria, aparentemente sencilla, además fue la primera película que vi del gran maestro.

En resumen, acercarse a la filmografía de John Ford es siempre un regalo y un aprendizaje. Un disfrute puro y como afirmaba François Truffaut: “John Ford inventó el cine” o como reza la leyenda del gran Orson Welles: “Mis tres directores favoritos son John Ford, John Ford y John Ford”. Suscribo a ambos y añado “John Ford es el cine”.

Por cierto, siempre que puedo vuelvo a ‘El Hombre Tranquilo’ y a ‘¡Qué Verde era mi valle!’ (en esta última salgo yo ;))